viernes, 26 de abril de 2013

el camino del exceso

Contemplar cómo se acerca la merienda solitaria del amanecer es como escuchar atentamente una canción de Nacho Vegas. A la sublime sensación del despertar se une la dislexia fúnebre del ocaso. Cualquiera que haya escuchado al genial bardo asturiano sabrá a qué me refiero. Quien no lo haya hecho...allá él (o ella, no se me tilde nuevamente de misógino).

Y es que, en ocasiones, apetece hundirse sin solución de continuidad en el verbo torturado de un músico especialmente dotado para la poesía cruel de la vida al límite, un poeta enajenado de absenta y verbo loco, un verdugo de sueños, una sobredosis de hachís o todo al mismo tiempo. Dejar que el amanecer nos desbarate los párpados embriagados de crueldad poética y solitario exceso. Tiene su punto, no se crean, no todo es lírica vacía del perdedor que nunca llegó a serlo. Quiero decir que considero sano, cuando el superávit de espantos y callejones sin salida de la vida amenaza con asfixiarnos, perderse en excesos más comprensibles, más asequibles. La droga, la música, la literatura...

Según dice la prensa de esa España invertebrada de horizontes y sonrisas que sufren no pocos y disfrutan algunos, la Dirección General de Tráfico, que vela por nuestra seguridad vial, ha estrenado con gran éxito un nuevo radar de mitológico nombre (no sé si Zeus o Pegasus, pero por ahí van los tiros). Tan notorio ha sido el triunfo que en una sola semana más de 30.000 descuidados conductores han sido sorprendidos rebasando, con avaricia funesta, el límite de velocidad que impide que nuestras carreteras se conviertan en un asfaltado y prematuro camposanto.

Hay que aplaudir, sin duda, el encomiable esfuerzo de las autoridades de tránsito por convertir nuestras carreteras en una seductora vacación todo incluido. Poder desplazarse, a lomos de silencioso y veloz automóvil, de una ciudad a otra, del monte al litoral, del trabajo a casa, con la tranquilidad de que no interrumpirá tu inocuo movimiento ningún alocado piloto fuera de control, sinceramente es de agradecer. Y más ahora que los aviones caen, o realizan forzosos aterrizajes forzados por la ausencia del combustible que los usuarios se olvidaron de pagar cuando desembolsaron un precio low cost para emprender el vuelo.

Pero las carreteras, como las calles o las oficinas, no se libran del típico amante del exceso que decide llevar hasta las últimas consecuencias su hambre de emociones fuertes. En las carreteras españolas, ya digo, más de 30.000 en una sola semana.

A pesar de no ser amigo, ni de lejos, de la velocidad, sí lo soy de otros excesos, qué le vamos a hacer. Y puedo comprender a esos conductores que se ponen al mando de sus utilitarios con el único objetivo de comprobar si el fabricante alemán del aparato no mintió al especificar, en la ficha técnica aprobada por esa misma Dirección General de Tráfico que vela por el estricto sometimiento a los límites de velocidad, la aceleración máxima que puede llegar a alcanzar el vehículo. Al fin y al cabo no podemos desdeñar que estos amigos de la velocidad tengan alma de poeta y hayan leído mucho al iluminado William Blake, que proclamaba aquello de que "el camino del exceso conduce al palacio de la sabiduría".

Al fin y al cabo ellos sólo perderán el carnet de conducir, y no la vida, como lo podrían hacer quienes, sin pretenderlo, interrumpiesen su loca carrera hacia la nada (o hacia el chalet de la amante, que ese día ha despedido con tórrido beso y fraudulenta caricia a su marido antes de que emprendiese un prolongado viaje de negocios, quién sabe). O como perdemos la vida otros, a diario, en un charco de poesía, acunados por una música ebria y embadurnados de sustancias enervantes, esperando un atardecer que se vestirá de mediodía sin apenas darnos cuenta.

Sinceramente no recuerdo muy bien lo que quería decir al sentarme al teclado. Tal vez sólo necesitaba huir de la voz de Nacho Vegas. No lo he logrado, creo que me fumaré un porro y leeré a Panero hasta que el amanecer incendie la pared del comedor. O hasta que el sueño decida abofetearme el exceso, aún a medio camino.

2 comentarios:

  1. Curiosos tus excesos actuales, tan denostados cuando ibas en bus, o ruta, tus defectos de entonces...

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soy todo oídos...