jueves, 4 de octubre de 2012

economía del corazón

Estos días son propicios a que sepamos de extravagantes incidencias. Resulta que una marea de ciudadanos desesperados rompe una y otra vez contra la estridente orilla de la desesperación.
Así una mujer de avanzada edad que decidió encerrarse en la sucursal bancaria a que había confiado, desde hace años, sus escasos (o no tanto) ahorros. Creo que la cifra eran 24.000 €. Sí, en 24 ocasiones había, la buena mujer, ahorrado la cantidad de 1.000 € desde que hubiese decidido abrir cuenta corriente en la entidad financiera que hoy, tras años de cobro de comisiones y sugerencias de planes de pensiones, se negaba a reintegrar de inmediato a su legítima propietaria la cantidad confiada.

Nuestra protagonista decidió, no nos atrevemos a decir si con buen o mal criterio, encerrarse en la sucursal bancaria, junto a los asalariados del miedo y los clientes del terror que la circundaban, hasta que se le reintegrase céntimo a céntimo cada uno de los miles de unidades monetarias que esforzadamente había conseguido acumular, con el paso de los años y el desgaste de la vida. Es lógico que el Banco no quiera devolver su dinero a la ciudadana referida. El Banco vela por la fluidez del capital. Los Bancos existen para que el dinero fluya, y no quede estancado en el bolsillo de cualquier cliente malhumorado.

Ahora que las líneas del corazón se trazan en otras geografías, comienza la distancia a traerme recuerdos de amigos, reflejos de momentos álgidos de sonrisas y plenos de efervescencia sentimental. Es ahora que transcurren los días alejado de aquellos que en tantas ocasiones han decidido rellenar con palabras, sonrisas, abrazos los inevitables huecos del corazón, que comienzo a valorar en mayor medida su palabra cercana, su cercanía silenciosa, su silencio cómplice, su complicidad sonriente y caudalosa.

Creo que buscamos, todos, en nuestras vidas, estabilidades que nos provean amistades periódicas como un salario a fin de mes, amistades de fin de semana o fiesta de guardar, camaraderías aseguradas como lo están nuestras viviendas o automóviles, cariños estables, fijos, planos como las tarifas que contratamos para nuestros teléfonos. Quiero decir que nos agrada y hace sentir seguros el abrazar a ese amigo al que sabemos abrazaremos de nuevo en un plazo no mayor de 15 días. Que desearíamos retener por siempre esos momentos de plenitud que nos provoca su compañía.

Pero es en la lejanía, digerido ya el espinoso momento de la separación, cierta ya la agria sensación de carencia, cuando la siguiente reunión se antoja lejana, que comenzamos a asimilar lo positivo de ver cómo la amistad fluye libre de cadenas y normas, y hacemos de ella cauce torrencial en vez de regato estancado. Es en la distancia que nuestro latido se torna vendaval en el recuerdo del abrazo amigo. Es con los sentimientos en fuga que mejor apreciamos su pureza o falsedad. La melancolía, bien lo saben los cantantes de fado, puede ser catálogo de eternidades.

Ahora que encuentro lejano el abrazo pero muy adentro la amistad cierta, me estoy volviendo un poco banquero del cariño. Creo que no está de más dejar fluir el amor o esas fraternales sensaciones que en más de una ocasión nos encadenaron a una madrugada sucia de alcoholes y tabacos, de sábanas revueltas y fluidos desperdiciados, sólo por seguir deseando a nuestro lado ese aliento permisivo que nos embadurnaba la vida de plenitud y ganas de vivirla sólo porque quien nos acompañaba, besaba, abrazaba, hablaba o miraba era ese alguien especial que desbarató nuestro rumbo al cruzarlo con su vértigo de caricia y afectos: ése al que ahora, en la distancia, estamos seguros de poder llamar amigo.

Puede, pues, que esté equivocada la señora que se encerró en la sucursal bancaria para reclamar su dinero. Tal vez debiese dejarlo que siga fluyendo, para mejor apreciarlo. Al recuperarlo no hará más que dilapidar su valía en unas vacaciones, cubrir parte de la hipoteca de sus hijos, o alguna nimiedad del estilo. 

Posible es que los dirigentes del mercado financiero sean los nuevos filósofos del corazón y apliquen a lo material aquello que más nos conviene aplicar a los espiritual: que fluya el dinero y tome distancia, para que aprendamos a dejar fluir los sentimientos y, en la lejanía, mejor aprendamos a valorarlos.


O simplemente pueda ser que a mí la distancia me está equivocando el entendimiento. En mi descargo diré que los sentimientos, al contrario que los flujos económicos, dudo que sean ciencia exacta.

2 comentarios:

  1. Muy bueno.. ironico, creo que bien lo terminar los sentimientos no son ciencias exactas... y algunos pretenden jugar con nuestras seguridades.

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  2. Efectivamente...si no hay fluir..No habría bancos..y ni mucho menos SENTIMIENTOS...
    Un saludo.. : )
    Aite

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soy todo oídos...