lunes, 23 de julio de 2012

esperando un milagro

Supone una lírica tortura masoquista contemplar durante demasiados minutos ese teléfono a cuya garganta de tecnología y microchip no acude aún el aullido tímbrico de la llamada esperada. Esperamos una llamada, hoy, que nos anuncie la posibilidad de culminar una expectativa laboral, como esperábamos ayer, cuando jóvenes, la llamada que vendría a prestar chispas al incendio inevitable de nuestro ardor adolescente. ¿Te ha llamado?, preguntaban los amigos. ¿Alguna novedad?, inquieren los familiares. En ambos casos la respuesta, sea positiva o habite, marchita, el polo opuesto de este jardín de esperanza en que convertimos nuestras vidas, es lo de menos. Lo importante es la espera.

La expectativa...o la expectación, ya digo. Es que nos pasamos la vida esperando, y consumimos su agreste brebaje de minutos moribundos acodados en la barra del último bar que, en nuestra vida, encontramos abierto.

Llevo casi una hora asomado al lacónico espectáculo del mediodía, consumiendo cigarros que se niegan a perder la vida y buscan eternizarse dando vida al siguiente con su estertor de flama y humo malhumorado. O sea, que enciendo cada nuevo cigarro con la colilla del anterior. Desde que abrí la ventana y decidí asomar la mirada al vertedero de calor y vacío que es, hoy, la ciudad, contemplo a un joven inquieto que arracima sus zozobras al umbrío umbral de un portal huérfano, en espera, imagino, de que aparezca una orgullosa enamorada, o tome cuerpo un romance a medio hornear, caminando sobre piernas ninfas e indecisas.


El chaval decide, de tanto en tanto, fotografiar la acera colindante con la sorpresa fugaz de su sombra, enfrentando la calcinada dentellada de un sol que pretende devorar penumbras e instaurar en las calles un régimen de termómetros autócratas e insomnes. Juguetea con secretos que se balancean en los bolsillos de su pantalón, el joven, y sufre de vez en cuando un simulacro de inesperada epilepsia provocado, imagino, por el miedo, por la duda, por ese no saber a ciencia cierta si aparecerá o no su amada, y si, de hacerlo, portará dulce sonrisa o fastidiosa mueca.

He observado, repito, durante casi una hora. Tiempo suficiente para que se produjese el idílico encuentro. Al rato, cuando ya debería estar apareciendo la chica, he decididio bajar la persiana. Quizás por ahorrarme la tierna cuchillada de una falsa sonrisa.
Como en la vida, que decidimos apagar el teléfono, o ignorar ya por siempre la posibilidad de ese futuro laboral que debería (pero no) cumplimentar el formulario en blanco de nuestra existencia. Pasar la vida esperando, ya digo, para al fin apagar el interruptor de la esperanza y comprender que el tiempo derramado a la sombra de la espera corre ya, fluido y desmadejado, hacia el vértigo sucio de errores y esperanzas marchitas que chapotea las cloacas del alma.

Quizás debiéramos comprender que la vida no se rellena con voces al otro lado de la línea telefónica, con minutos perdidos esperando la dicción segura de una voz que nos traiga noticias que pongan patas arriba el vacío de los días. Tal vez tenga más sentido la espera del muchacho, ahí afuera, aún con el gravoso coste de calores y duda. Al fin y al cabo, tiene posibilidades de que, tarde o temprano, venga a almohadillar su espera el trazo infantil de una sonrisa.

Es posible que el arrugado formulario de nuestras vidas deba sólo cumplimentarse con palabras que pespunteen el remendón certero de unos labios que se moldean en una sonrisa. Y yo debería asomarme de nuevo a la ventana, por contemplar la de esa muchacha que aparecerá, en cualquier momento, falsamente enamorada.

4 comentarios:

  1. Es un verdadero deleite para mi, deslizarme por las subidas y bajadas y perderme en el laberinto abierto de tus historias? reflexiones?. Pensamientos, lo dejo ahí, son tus pensamietos, son tu cabeza y tu corazón los que se vuelcan en cada escrito que viertes al papel, henchido de mundos e imágenes que irremdiablemente me atrapan, disfruto cada palabra que se desgrana como el fruto en sazón, preto a ser devorado. Y ahí estoy yo, dovoradora fiel y entusiasta de tus escritos. ¡Gracias!!!
    Maica

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  2. Como siempre el camino, la espera, la posibilidad de manejar un futuro como siempre idealizado en nuestros sueños son mas fuertes que la realidad de un fracaso, en el trabajo, en el amor, como bien dices Pablo una sonrisa lo compensa, independientemente de que sea falsa, para el lo es. Brindo por la forma de expresarte y de ver la vida, brindo por la sonrisa , por la esperanza,....

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  3. "Quizás debiéramos comprender que la vida no se rellena con voces al otro lado de la línea telefónica, con minutos perdidos esperando la dicción segura de una voz que nos traiga noticias que pongan patas arriba el vacío de los días" que difícil aveces se nos hace comprender esto, sobre todo a aquellos que por circunstancias no deseadas la soledad nos llego, sin pedirla ni desearla, quisiera comprender que la vida no se llena de esa forma y aprender a vivir y a llenar el vacío de mis días... Tus palabras me pillaron desprevenida... hermoso tu escrito.

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  4. Un corazón roto y espectante es capaz de llegar a esa misma conclusión mientras espera una respuesta que no llega. Hace mucho tiempo escribí algo parecido para una persona especial. Algo que por suppuesto no llegué nunca a enseñarle a nadie pero que hablaba de lo mismo.

    Te ha quedado una bonita entrada.

    Besos!

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