jueves, 14 de febrero de 2013

pervirtiendo lo latino

Resulta que desde hace unos años parece estar de moda "lo latino". Sí, Oriente y Occidente se ven invadidos por una suerte de volcánico magma enredado en ritmos salseros, ropa ceñida al albur de la calorina caribeña, sincopados danzares de erótica inevitable...pero no sólo eso, no. También comienza a poblar las gargantas como cuchillos de los mercados el milagro brasileño o la riqueza cultural mexicana, por ejemplo.

Asevero esto al recordar cómo en el terruño que me vió nacer, antes de la partida, invadían los festivales de pueblos y ciudades arrabaleras orquestas musicales que habían trocado los bises patrios de Paquito el chocolatero, por los diabéticos ritmos del merengue, la bachata, la salsa y derivados mientras los congregados en la plaza central, o allá donde el citado conjunto musical desplegaba sus habilidades rítmicas, comentaban, al albur de una cerveza o un tinto, cómo ante el estrepitoso e inevitable derrumbe de la economía local no quedaba mejor remedio que poner tierra por medio y aterrizar en Brasil, por ejemplo, dónde los negocios son de fácil establecimiento y orondo resultado.

Ha sido al pasear la urgencia falsa de las noticias del día, frente a la computadora, que he podido evadir los escarnios a que nos someten los gobernantes para recalar en la sección de "cultura" y descubrir que hace unos días se entregaron los Premios Grammy, que son unos galardones de relumbrón similar al de los Oscar pero en el mundillo musical. Debido a que "lo latino" está de moda, como comentábamos al inicio, la industria discográfica decidió hace unos años instaurar los "Grammy Latinos", una suerte de gemelos desfavorecidos de los otros.

Lila Downs, cortesía de "la red"
El caso es que hace unos días recibió el premio al mejor álbum latino el último que ha puesto en el mercado la mexicana Lila Downs. Ni sé ni me importa mucho si el citado álbum tiene mayor calidad que los de sus contrincantes, a los que no conozco. Sí puedo afirmar que, desde hace años, muchos ya, la voz de cantina de seda de la mexicana gusta de enredarse a mis neuronas y mi epidermis de tanto en tanto, descerrajándome disparos de dolor y belleza en la base del hipotálamo. O sea, que estoy enamorado de la Downs, qué le voy a hacer, y que cuando ella decidió contraer nupcias con uno de los artífices de su racial y delicada música, el saxofonista Paul Cohen, de glorioso apellido pero, para mí, infausto recuerdo, inicié yo el alejamiento de su arte vocal afirmando que se estaba comercializando, que ya no era la misma, que había perdido mucho...es lo que tiene el despecho amoroso.

Y es que la ya diva musical (algunos aseguran que es la heredera directa de la inolvidable Chavela Vargas), además de atesorar una de las más portentosas, delicadas y sobrecogedoras voces de la música popular, ha gustado siempre de envolver su mestizo talle en delicadas piezas de guardarropía que, recuperando las más arraigadas costumbres textiles del México más ancestral, se permite añadir los deliciosos embites de la feminidad más lúbrica. Al caso: que me embriaga mirarla tanto o más que escucharla. Y escucharla es enfrentar lo realmente latino: eso mismo que son hoy los actualizados vericuetos eléctricos del country o el blues (Wilco, y en ese plan) para los norteamericanos, serían las músicas utilizadas por la Downs en sus doloridas coplas. O sea, latino, pero de verdad, alejado de las lubricidades huecas de bailes de salón y vacaciones con pulsera "todo incluido" en el Caribe.

Podemos imaginar pues, que el reciente galardón otorgado a la artista mexicana supone un pequeño estallido de rebelión de lo verdaderamente latino, en pugna contra los mercaderes del mp3 y la descarga cibernética. Y un servidor se alegra.

Pero ahora que he cruzado "el charco", sufro a cada momento los mismos berreos informatizados que tenía que escuchar en mi ciudad natal, intensificando los festivales de alcohol e idiocia de las juventudes prematuramente avejentadas que siguen los dictados del consumo irracional. Y, a más, descubro que quizás la idea de "lo latino" (ritmo cansino, vulgar regodeo en el cuerpo femenino, lírica sucia de la superioridad macho) que durante estos años nos han vendido, a tan bajo precio, ha calado hondo en mi subconsciente. Tal vez por eso no pueda yo evitar, cada vez que contemplo a Lila Downs, desplazar mi mirada por los bordados "latinos" que cubren su glorioso cuerpo, como queriendo hallar una rendija por la que asome la más oscura y primordial de las bellezas.

1 comentario:

  1. Es una pena que la etiqueta de musica latina se le ponga ahora a productos como el regeton o similar... Yo me quedo con gente como victor jara, quilapayun, chabela, antonio machin, bebo, cachao, blades, o en general toda la musica brasileÑa de los 50 en adelante. Fuente inagotable de influencias, todos ellos. El joven Lopez.

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soy todo oídos...